-O un manual de lo prohibido-musité.
-Eso suena interesante-rió.
El timbre apagó la risa de las dos, eran las seis con quince
minutos apenas, ¿quién sería? Ambas nos miramos extrañadas.
-¿Esperas a alguien?-me preguntó Ferni.
-No que yo sepa-negué con la cabeza y luego salí de mi
habitación para abrir la puerta.
Ferni fue detrás de mí y cuando abrí la armazón de madera me
llevé una gran sorpresa al ver a Zayn allí. Los ojos casi se me salían de las
órbitas.
-¿Malik?-articulé, claramente sorprendida.
-Ay, yo pensé que ya habíamos dejado las formalidades-bromeó
y luego miró por encima de mi hombro a Ferni, quien lo miraba embobada.
Se pasó sin que le dijera que lo hiciera y le sonrió a
Ferni.
-Hola-le dijo-. Soy Zayn-le extendió la mano.
-El novio de Sharon-dije, cerrando la puerta de mala gana.
¿Por qué nunca dejaba bien claro quién era?
-Hola-musitó Ferni, tendiéndole la mano también-, Fernanda.
-No, yo soy Zayn-dijo éste.
Ferni rió.
-No, no, digo que yo soy Fernanda, pero dime Ferni.
-¡Oh! ¡Ferni, claro! He oído hablar tanto de ti-dijo-. Me da
mucho gusto conocerte al fin.
Me aclaré la garganta, haciéndome notar.
-Ferni, amm… el manual en mi habitación, amm… podrías
guardarlo, ¿por favor?-farfullé, recordando que habíamos dejado las fotografías
al descubierto y regadas en la cama.
-Claro-captó rápidamente el hilo de mis palabras y salió
disparada a mi habitación.
Miré a Zayn, aunque no quería admitir que estaba encantada
de que estuviera allí traté de permanecer seria.
-¿No es muy temprano para que vengas?-traté de sonar lo más
normal posible, pero el pánico no se podía ocultar muy bien detrás de mi voz.
-Sí, pero ya que mañana será la fiesta del señor Vittore,
quiero saber qué vamos a hacer mañana o a qué hora nos iremos-su mirada gacha
bailó fugaz.
-Pero…
-¡Listo!-Ferni me interrumpió, saliendo de mi habitación con
su sonrisa brillante en el bello rostro.
En ese momento agradecí al cielo de que ella se encontrara
allí; así al menos no me vería tan obvia, no sería tan torpe al hablar con él.
Y mi razón mantendría calmado a mi corazón.
Ferni y Zayn conectaron enseguida, ambos eran muy sociables
y la plática entre ellos fluyó de manera rápida, aquello me alegró.
Cuando Sharon llegó junto con Harry sonreí de manera
significativa, aunque me doliera en lo más profundo de mi alma ver juntos a
Zayn y a Sharon sabía que aquello me servía para ponerle un freno a mis
absurdos sentimientos.
Luego de que Harry y Ferni se fueran, me encerré en mi
habitación como de costumbre, pero no pasó mucho tiempo cuando oí que llamaban
a mi puerta, el murmullo de voces había desparecido del exterior y sólo los
golpeteos en la puerta, algo apagados, se oían en aquel silencio sepulcral.
Salté de la cama y abrí la puerta, la cara de Sharon no era
la misma, estaba bastante triste, podía notarlo.
-Shar, ¿qué pasa?-pregunté, preocupada.
-Necesito hablar contigo-me dijo y se sentó en mi cama.
No sólo su rostro estaba triste, su voz parecía haber dejado
la alegría también.
-¿Sobre qué?-inquirí, ahora nerviosa, ¿sospecharía acaso que
yo estaba enamorada de su novio?
Me quedé de pie, mordiéndome el labio inferior y esperé a
que hablara.
-Es Zayn-musitó.
El corazón se me paró por un segundo.
-¿Qué… qué pasa… con Zayn?-farfullé, torpe.
-Ya no es el mismo de antes-bajó su cabeza y las hebras de
cabello se amoldaron a la posición, cayendo finas en dirección al suelo.
-¿Qué quieres decir?-me senté a su lado.
-Casi no está conmigo, ya no me llama todos los días y
cuando vengo del trabajo, se va rápidamente. Lo notó distraído cada vez que
hablamos, como si su mente estuviera en otro lugar-confesó.
Abrí los ojos de par en par, aquello sí que no lo esperaba.
Es decir, desde que conocí a Zayn como la pareja de Sharon, se veía claro que
la quería muchísimo, estaba siempre al pendiente de ella y yo era a veces
testigo de sus demostraciones de amor. Pero junto al desconcierto, la culpa
comenzó a aflorar.
-Hablé con Harry sobre esto-continuó, ahora mirándome, sus
grandes y oscuros ojos no tenían mucha luz.
-¿Con Harry?-casi no podía creerlo.
-Sí, es su hermano, digo, ¿quién podría conocerlo mejor?
Pero sólo me dijo que Zayn es así de raro, que me quería y que dejara de
preocuparme.
-Eso es cierto, Shar. Mira, Zayn y tú son la pareja
perfecta-dije, aunque me costara aceptarlo- Zayn te quiere, créeme. Eso se
nota-pasé mi brazo por su hombro.
-No tanto-resopló.
¿Qué podía decirle? Yo me sentía culpable, no es que tuviera
el ego muy grande ni nada de eso, pero sabía a lo mejor el por qué del
comportamiento de Zayn.
-Mira, tranquila, ¿sí?-la animé- Mañana iremos a la fiesta
esa de tu jefe, relájate, trata de no pensar en eso. Verás que tarde o
temprano, Zayn volverá a ser el mismo-dije, mientras en mi cabeza ya pensaba en
la fecha en la que partiría.
Esa noche, traté de dormir, pero lo cierto es que no pude
pegar los párpados durante un par de horas. Sharon ya había comenzado a notar
que Zayn estaba extraño, por supuesto, ella no era para nada tonta y tarde o
temprano se daría cuenta de la razón de su comportamiento. Tenía que irme,
tenía que irme pronto. Antes de que esto se complicara más, me iría y dejaría
que Zayn y Sharon volvieran a sus vidas antes de que yo llegara a Venecia. Por
mi parte, yo intentaría olvidarme de él, seguiría mi vida como había sido
antes, llamaría a Sharon todos los días y si acaso, sólo pediría que saludara a
Zayn de parte mía.
Huir era lo mejor. Lo mejor hasta ahora.
No sé porqué me encontraba nerviosa desde que desperté,
Sharon estaba muy entusiasmada con la fiesta, pero detrás de su entusiasmo
seguía habiendo aquella preocupación que me había dejado ver anoche.
-¡Te espero abajo junto con Zayn!-me gritó Sharon desde el
exterior de mi habitación y luego se paró en mi puerta-. No tardes-me sonrió.
Lucía hermosa con ese vestido púrpura que había comprado
para esta ocasión especial. Aquel hermoso satín se le entallaba a su esbelto
cuerpo con precisión en el pecho, y caía hermoso tapando sus largas piernas.
Llevaba su cabello liso, más de lo que ya lo tenía y suelto cayendo libremente
por sus hombros desnudos.
-Ya voy-musité-. Sólo me pongo el vestido.
Me sonrió y oí cuando salió del apartamento.
Suspiré, combinando mi dióxido de carbono con el oxígeno de
mí alrededor. Tomé el vestido que Zayn me había elegido y me lo puse,
intentando no despeinar mi cabello, que lucía rizos anchos que caían como
caireles hasta mi espalda.
Traté de subir el cierre del vestido que se ataba atrás de
mí, pero me costaba un poco de trabajo poder alcanzarlo.
-Demonios-farfullé.
Salí de mi habitación, Sharon había apagado las luces del
departamento y sólo era iluminado por el atardecer del exterior que se filtraba
por la ventana y la luz amarillenta que salía de mi cuarto entre abierto.
Intenté subir el cierre de nuevo, pero fracasé en la maniobra.
De pronto, la puerta se abrió, Sharon podría llegar a ser
muy desesperada.
-¿Tienes problemas?-pero esa no era la voz de Sharon.
Me quedé inmóvil al reconocer a Zayn, luego me giré
avergonzada. Aun en la oscuridad, podía verlo. Llevaba puesto un esmoquin
negro, ajustado a su perfecto cuerpo; su camisa blanca era del mismo color que
el moño. Su figura me quitó el aliento.
-Emm… no puedo subirlo-musité, atolondrada-.
¿Podrías…?-manoteé en la oscuridad, señalando el cierre de mi espalda.
-Claro-se acercó hasta mí, su perfume bailoteó por mi nariz.
Me giré y le di la espalda para que pudiera subir el cierre
y recogí con una mano mi cabello, haciéndolo a un lado.
Sentí sus manos en mi espalda, tratando de subir el cierre;
el tacto hizo que la piel de todo el cuerpo se me erizara. El sonido de la
cremallera encajando lentamente quebrantó el silencio, no se oía nada, excepto
nuestras respiraciones y los sonidos apenas audibles provenientes del exterior.
El cierre encajó por completo, pero no me moví. Él aun sujetaba con sus manos
mi espalda.
Y de pronto, sentí cómo acurrucó su nariz entre mis
desatados cabello y cómo su respiración los traspasaba golpeando con delicadeza
mi cuello. El corazón se me aceleró, tanto que me pregunté si él podía oírlo.
-Zayn…-murmuré, ¿qué estaba haciendo?
Pero el silencio persistió y su respiración acariciaba la
piel de mi cuello con más intensidad, haciendo que el estómago se me encogiera,
que la piel se me erizara y que toda cordura huyera.
-¿Chicos por qué tardan tanto?-la voz de Sharon me hizo
pegar un brinco.
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