Bajé las escaleras a toda prisa, mis zapatos golpeteaban
rítmicamente en los escalones que pasaban debajo de ellos y salí al aire
exterior llenado mis pulmones de éste. Estaba asustada, no sabía qué pensar o
qué pensamiento en mi cabeza obedecer.
Necesitaba huir al menos por un rato, sacar a Zayn de mi
cabeza al menos por una fracción de segundo. Saqué mi móvil y tecleé el número
de Harry.
-¿Aló?
-Harry, soy yo, _____. ¿Podrías hacerme un favor?-pregunté,
con la voz que me salía temblorosa de mi garganta.
-Claro, dime.
-¿Podrías ir por Sharon a su trabajo?
-Pero… ya salió, ¿no?
-Sí, pero encuéntrala en el camino, antes de que tome un
taxi o algo parecido. Y ofrécete a traerla a casa todos los días, por
favor-farfullé, mientras caminaba calle abajo.
-Puedo preguntar ¿por qué?
-Sólo tráela a casa, ¿quieres? Luego te explico.
-Está bien.
-Date prisa, adiós.
-Hasta pronto.
-Gracias-musité.
-No, gracias a ti.
Trunqué la llamada y devolví el celular a mi bolsillo. Me
abrace debido al frío y seguí caminando sin dirección. Mi plan era que Sharon
estuviera más pronto en casa de lo que suele llegar. Todos y cada uno de los
días que me restaran aquí. Así, no ignoraría a Zayn de forma tan obvia, pero
sería menos tiempo estando con él y eso ayudaría bastante a que de una vez por
todas controlara mis sentimientos.
Decidí parar a mitad de una calle, no sabía a dónde me
dirigía y si seguía sin rumbo, seguro me perdería. No podía ir donde Ferni
debido a que allí no había nadie, ella seguro estaría en su cita con Liam. La
gente me esquivaba y pasaba a mi lado, totalmente indiferente, mientras yo me
quedé inmóvil allí. Había caminado apenas dos calles lejos del edificio, y
sabía que si caminaba más terminaría perdiéndome.
Recordé un pequeño parque a unas cuantas cuadras más, un fácil
camino para seguir, así que fui hasta allá, a desperdiciar el tiempo y que se
hiciera tarde solamente para no verle el rostro a él.
Cuando llegué, me apoderé de una de las bancas de metal
negro que adornaban los caminos del parque y me senté a observar cómo el cielo
oscurecía totalmente.
No pude evitar pensar en Zayn, lo amaba, ni siquiera sabía
cómo y con tanta rapidez. Me era absurdo, ilógico. Era casi ridículo cómo
quería escapar de esos sentimientos que no debían de estar en mi corazón.
Ridículo, sí. Porque en realidad estar a su lado era lo único que en este
momento quería hacer.
Apreté el sobre en mis manos, haciéndolo crujir. El viento
me movió los cabellos y me despejó un poco la mente, haciéndome pensar en algo
que hasta el momento le faltaba atención de mi parte.
Algún día tendría que irme.
¿Y qué pasaría? ¿Qué me llevaría? La agobiante presión en el
pecho apareció apretujando mi corazón y sacudiéndolo de forma violenta. El solo
hecho de pensar en eso, me dolía. Me iría y tendría que dejar aquí mi corazón,
pero sabía que era la mejor opción que podía hacer. Me burlé de mi misma, yo no
era tan distinta a Sharon, huir también era mi opción fácil.
Pero al pensar en Sharon, el corazón se me encogió aun más,
adolorido. La historia podría repetirse de nuevo y ella ¿a dónde huiría esta
vez? Su antiguo novio, Jairo, la había lastimado tanto con aquella actitud que
había tomado. La había cambiado de un día a otro y el frágil corazón de Sharon
no pudo resistir aquello, la dejó destruida por que ella lo amaba; al punto de
que decidió mejor mudarse de país, de continente.
Ahora, yo no quería ser la bruja malvada que le arrebataría
de nuevo algo que ella ama, preferiría morir atropellada por un autobús, eso
sería más digno.
Suspiré y me llevé las manos a la cabeza, dejando el sobre
amarillo sobre mis piernas. Cerré los ojos por un minuto, anhelando que el
viento susurrara la respuesta a mi oído de mi gran dilema.
Por allí oí decir que el amor ensuciaba, yo parecía estar
manchada de todos lados. Pero huir era mi mejor opción hasta el momento, sólo
que no sabía cuándo.
• • •
Mi plan había funcionado.
Sharon había llegado a las siete treinta jueves y viernes,
gracias a Louis; por lo tanto, los minutos se me reducían a la mitad para estar
con Zayn. Algo que aunque no me gustaba mucho hacía menos difícil la
resistencia. Sin embargo no dejaba de ser dura.
Miré la hora cuando el timbre sonó, sólo dos minutos tarde
había llegado Ferni. Apagué el televisor y me encaminé hasta la puerta.
-Lindo departamento-musitó paseando su mirada por todo
alrededor-. Aunque el edificio es… un poco melancólico.
Sonreí.
-Gracias por venir-le dije.
-Para mí es un honor que me hayas invitado a tu casa… bueno,
departamento-rió.
-Gracias, eres la única con la que puedo hablar de esto-fui
hasta mi habitación e hice que me siguiera.
-Sabes que siempre podrás contar conmigo, ______-me sonrió,
demostrándome confianza.
-Soy un caso perdido-me puse en cuclillas y rebusqué entre
los cajones de mi buró, del inferior saqué mi gran tesoro. Un sobre amarillo en
tamaño carta y de un grosor considerable que aventé luego sobre la cama,
haciéndolo rebotar sólo un par de veces.
Le hice una seña a Ferni para que abriera aquel sobre y al
instante que comprendió, se acercó y lo tomó entre sus manos.
-Vaya, sí que pesa-bromeó, alzando las delicadas cejas.
Deshizo el pequeño hilo rojo y abrió el sobre. Sacó el
montón de fotografías que estuvieron a punto de caérsele.
-¡Wow!-dijo, sorprendida cuando notó cuántas fotos eran y
sobre todo, de quién eran-. Este tipo podría trabajar de modelo-musitó y aunque
aquello era para hacerme reír, no pude hacerlo-. Esto es como un libro-hizo
referencia al grosor-, o como una exposición de algún museo.
-O un manual de lo prohibido-musité.
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